Sobre la muerte de un adolecente

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Me mataron a mi Mike.

Me lo mataron en la mitad de la calle, a plena luz del dia.

Me enteré de su muerte esa misma tarde cuando uno de sus amigos me llamó a la fábrica. Cuando me llamaron por altavoz para que fuera a la administración lo único que podía pensar era que me iban a despedir.

Los tiempos estan difíciles en la fábrica, muchas compañeras han sido llamadas para adminstración, y luego se van, unas tranquilas, otras llorando. Nunca vuelven al otro día a trabajar.

Cuando me llamaron yo solo atiné a rezar: Que no me despidan dios mio!

Cuando en la administración me pasaron el teléfono yo no sabía qué pensar, pero algo dentro mío se desplomó. No hay nada peor que saber que algo malo pasó, pero no tener el menor presentimiento de que puede ser. Siempre pensé que la muerte iba a tener la cortesía de darme una premonición, pero esta vez la llamada telefónica llegó sin ningún aviso, sin ninguna señal.

La llamada fue corta: Mataron a Mike. Lo mató un policía esta mañana. Yo lo ví. No pude hacer nada.

Salí llorando de la fabrica. Mis compañeras seguro pensaban que me habían despedido. No me importaba lo que ellas pensaban. Me mataron a mi Mike. Me lo mataron antes que acabara su escuela secundaria. Me mataron a mi niño.

La historia es simple. Mike se puso a discutir con el policía, se pusieron a pelear, Mike le pegó varios puñetazos, y luego el policía le disparó. Lo mató ahí mismo. Su cuerpo estuvo en la calle por varias horas.

Cuando fui a reclamar su cuerpo me dijeron que tenía que esperar. Que Mike necesitaba una autopsia. Que la ley tenía que seguir su curso y que se haría justicia.

Yo ya he vivido demasiado como para esperar que la justicia llegue. Los pobres no tenemos justicia.

Lo único que quiero es poder despedirme de mi niño grande. Darle un último beso. Dejarlo que descanse en paz.

Me mataron a mi Mike. Me lo mataron.

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