El nombre de esta ciudad no importa. Si usted ha estado en este mirador sobre la montaña, seguro que la reconoce. Si no, pues imagínese una vista nocturna preciosa, una ciudad de luces extensa como una mar infinita. Una noche sin luna, con las luces de la ciudad a lo lejos. La brisa refrescando a la gente que se para a mirar las luciérnagas de avenida. Imagine música de fondo y parejitas bien abrazadas, todas ancladas a la orilla oscura que tiene la mejor vista.
Este mirador es mi oficina. Yo trabajo de noche. Vendo libritos de poesía que escribo para las parejas, también soy guía turística de los que pasean, y le vendo palomitas de maíz para alegrar su barriga. Trabajo de Martes a Domingo. A veces me piden que ahí mismo les escriba poesía, y yo lo hago con mucho gusto. Si me cae bien la persona, a veces ni les cobro. Lo mejor es cuando me inspiro y escribo poesía bien bonita. De esa que le hace aguar los ojos a la gente, les hace agarrarse de las manos más fuerte, y darse más besos.
Yo ya no escribo nada feo. Yo escribía cosas que dolían mucho cuando las leías. Pero un día mamá me dijo: «tantas cosas feas en el mundo, por qué no mejor escribir cosas bonitas». Yo quería hablar de lo feo que pasaba en el mundo. Pero de lo bonito ¿Quien se ocupa?. Las flores que no se riegan se marchitan.
Yo por una propina le rimo el nombre de su novia con los nombres de todas las flores de la amazonia. ¿Ve esas luces a la izquierda, con la cruz allá arriba? Esas son las luces de la iglesia de Santa María. Por lo que usted me quiera dar, le cuento la historia de su arquitecto y hasta de su famosa cleptomanía.
Cómpreme uno de estos libritos, tienen poesía de la vida. Tenga un librito, agárrelo con su mano pero no lo abra todavía. Póngaselo cerca a la oreja. ¿que escucha? ¿escucha las risas? Esta poesía es cien por ciento alegría.
No lo lea todavía. Cierre los ojos, trate de pensar en cada una de las luces de la ciudad que veía. Deleítese con las lucecitas que imagina. ¿Por qué cerrar los ojos estando en un mirador? ¿Por qué imaginarse las luces cuando las luces se pueden ver facilito desde acá arriba? Porque las luces de la imaginación son aún más bonitas. En la imaginación las luces no se apagan porque alguien no le pagó la cuenta a la compañía. No hay focos quemados, ni apagones por la sequía. Así igualita es mi poesía. Le escribo sobre la vida, pero imaginada con el filtro de la alegría. Ese librito que tiene en la mano es sonrisa con garantía. Cómprelo, léalo, y me lo agradece cuando regrese otro día.
Así es. Esta oficina a veces es fría, pero nunca aburrida. Me defiendo vendiendo historias y poesía. Venga a visitarme. Venga a respirar aire fresco, y a oxigenar su vida. Recuerde, acá en la montaña los problemas de la ciudad se disuelven como la neblina.
Lo espero, recuerde que estoy acá después de las ocho. Los lunes en la noche no estoy, pero sí me encuentra todos los otros días.