Ayer era de noche, era muy frío, y no cabía el sol en mi memoria. Solo cabía recriminatoria culpa aguda, dolor y escalofrío. Pero además me sentía vacío de la felicidad obligatoria. Repleta mi memoria vejatoria, llena de arrepentimiento tardío. A mi lado, una sombra degollada nos cubría con mil mantas de pluma, asfixiando mi noche inacabada. Salió entonces el sol quemando bruma, con la claridad de la madrugada, logrando que mi alma se desentuma.