Yo ví a Meg Ryan saliendo de Vons.
Me quedé mirando mientras ella estaba entrando a su carro. Si sería ella? Tenía lentes oscuros, chaqueta y pantalones blancos, el pelo rubio inconfundible. No me atreví a llamarla ni a decir nada, mi Inglés apenas daba para decir «please» y «thank you».
Hacía poco que yo vivía en la zona y pensé que Meg Ryan comprando en el supermercado era algo muy fuera de la común. Cuando le comenté al señor que me alquilaba un cuarto en La Jolla Shores Drive, él también dudó que yo había visto a la actriz.
Pero Meg Ryan tenía que comprar comida como el resto de la gente, eso no era tan fuera de lo común. Lo realmente fuera de lo común era el lugar donde yo había llegado.
La Jolla era un barrio de ricos. A media cuadra del supermercado, en la esquina, había una tienda de Ferrari (hoy en día es una tienda de Maserati, la tienda de Ferrari se pasó a la esquina opuesta porque un sólo local de autos de lujo les quedaba chico). La Jolla fue lo primero que ví de los Estados Unidos y por eso su rareza quedó desapercibida entre tanta cosa nueva. Las calles con palmeras bordeando el malecón, el parque con pasto al lado de la playa. La gente en patines y bicicletas paseando sus perros, unos animales entrenados y de una obediencia inhumana. Todo eso lo había visto una y mil veces en las películas.
Por eso Meg Ryan no estaba fuera de lugar en La Jolla comprando su comida. Ella sin lugar a dudas pertenecía a la película llamada La Jolla, California.
Me iba a tardar varios meses en darme cuenta. Pero el que realmente estaba fuera de lugar era yo.