Hasta la semana pasada las pesadillas de Carlitos eran sobre los exámenes de la escuela o sobre las manos rompe-juguetes de su hermano Tomás. Pero esta noche el villano de su pesadilla había sido él mismo. Carlitos se había visto en sus sueños haciendo algo que no debía hacer. Y eso lo tenía muy asustado.
Papá, mamá, papá, mamá, papito, mamita! – gritó Carlitos desde su cama.
Esta pesadilla había sido una pesadilla como ninguna otra. Él estaba tan asustado que quería que sus papás estuvieran a su lado rapidito para ayudarlo a calmar.
Todo comenzó esa mañana: Tomasito, el hermano menor de Carlitos, recibió un juguete hermoso. El mejor carrito de carreras que Carlitos jamás había visto. Era de metal plateado con ruedas anchas negras, y una cabina de piloto ovalada que parecía de un avión supersónico. Ese era el carrito de carreras que Carlitos siempre había querido. Y hoy, para su horror, se lo habían entregado al monstruo destructor de juguetes.
Tomás habiá llegado al mundo hace dos años y desde entonces la vida de Carlitos estaba de cabeza. Las manos regordetas de sus hermano eran el terror de todos los juguetes; las manos rompe-juguetes destrozaban carritos, muñecos y libros. Cualquier cosa que acababa en las portentosas manos de su hermanito terminaba rota o manchada.
El sueño le mostró esa mañana en la sala de la casa, celebrando el cumpleaños de Tomasito con la famila. Los detalles distintos, pero casi iguales, la luz del sol con un tinte verde que llenaba las caras con sombras macabras.
En su pesadilla Carlitos aprovechó cuando la familia no estaba viendo y Tomasito estaba abriendo otro de sus regalos, para agarrar el maravilloso carrito de carreras y esconderlo debajo del cojín del sofá verde. Carlitos sabía que no estaba bien lo que hacía, pero debía salvar el carrito de carreras de las manos rompe-juguetes.
Ahora en la cama y en sus sueños, Carlitos había visto lo que hizo con nuevos ojos y se despertó gritando.
Papá, mamá, vengan pronto!
Cuando sus padres llegaron corriendo a su cuarto, Carlitos comenzó a llorar.
Hice algo malo esta mañana – les dijo entre sollozos – escondí uno de los regalos de Tomás en el sofá.
¿En el sofá verde?- preguntaron los papás de Carlitos.
Sí – confesó Carlitos
Los papás de Carlos se miraron uno al otro, y le confesaron:
Hijo, el sofá verde estaba tan sucio y destrozado por las manos de tu hermano que esta tarde compramos un sofá nuevo y enviamos el viejo al basurero. ¿Cuál es el juguete que escondiste?
Carlitos, pensando en el perfecto carrito de carreras ahora perdido para siempre en el basurero, lanzó un grito que despertó a todos en la casa:
Papá, mamá, papá, mamá, papito, mamita!