No hay Navidad sin marrano

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No hay Navidad sin marrano dice la canción en la radio.

La coincidencia mórbida hace que Joshua mire su espejo retrovisor. En la parte de atraz de su camioneta están los cuerpos de veinte marranitos. La diarrea se los llevó en sólo unos días.

El invierno pasado Joshua tuvo suerte. Sus marranos no se contagiaron del virus que diezmó a sus competidores. El año pasado fue el año de las vacas gordas, o mejor dicho el año de las marranas gordas. Buen precio por la carne de cerdo y buenas ganancias. Todas invertidas en la nueva camioneta.

Este invierno la camioneta carga veinte sueños muertos. Una navidad sin regalos.

Ya habló con su vieja. La nochebuena abrán tamales y no lechón. Esta Navidad solo alcanza para un trineo plástico. Lo compartirán los chicos, y todos irán a la nieve en su camioneta, para pasar una Navidad blanca.

Joshua está preocupado, pero aún feliz. Porque este invierno está difícil, pero todavía tiene casa, granja, y camioneta.

No hay Navidad sin marrano dice la canción. Pero Joshua tiene otra idea. No hay Navidad sin familia canta él, y por supuesto tiene razón… hasta que el próximo año los virus pongan su optimismo a prueba.

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