http://poetryonbuses.org/submit-a-poem/spanish/

Poesía mojada en los buses de Seattle #poetryonbuses

Plinc, plinc, plinc, plinc

golpes duros en techo de zinc

pap, pap, pap, pap

ven papá a ver granizar

rar, rar, rar, rar

arrastra la lata al patio central

puf, puf, puf, puf

vapor de mi aliento en frío invernal

ñam, ñam, ñam, ñam

hielito en mi boca derrite genial

Granizo En El Barrio De Obreros- Junio 2016, Ivan F. Gonzalez

Este año vuelve la poesía a los buses de Seattle, y el tema para el 2016 es “tu cuerpo de agua”. El concurso está abierto para los residentes de King County en Washington. Son nueve idiomas aparte del Inglés, y este año el Español es de nuevo invitado de gala. Los envíos deben tener a lo máximo cincuenta palabras y estar acompañados de una traducción (informal) al Inglés. Para mayor información en español sobre las reglas del concurso visita esta página.

Para los que no somos poetas profesionales, hay ayuda también. Este fin de semana asistí a uno de los talleres gratuitos en Español para aprender a escribir poesía de 4culture y Seattle Escribe en la Biblioteca Pública de Seattle. El próximo taller es el 20 de Agosto en Burien, la información se encuentra en este enlace.

¿Que és el agua? ¿Cúal es su primera memoria que contiene agua? Ahí hay un poema que tiene que ser escrito, su poema, el poema con su historia y sus sueños ¿Comenzamos?

 

 

Porque mamá me dijo: «tantas cosas feas en el mundo, por qué no mejor escribir cosas bonitas»

El nombre de esta ciudad no importa. Si usted ha estado en este mirador sobre la montaña, seguro que la reconoce. Si no, pues imagínese una vista nocturna preciosa, una ciudad de luces extensa como una mar infinita. Una noche sin luna, con las luces de la ciudad a lo lejos. La brisa refrescando a la gente que se para a mirar las luciérnagas de avenida. Imagine música de fondo y parejitas bien abrazadas, todas ancladas a la orilla oscura que tiene la mejor vista.

Este mirador es mi oficina. Yo trabajo de noche. Vendo libritos de poesía que escribo para las parejas, también soy guía turística de los que pasean, y le vendo palomitas de maíz para alegrar su barriga. Trabajo de Martes a Domingo. A veces me piden que ahí mismo les escriba poesía, y yo lo hago con mucho gusto. Si me cae bien la persona, a veces ni les cobro. Lo mejor es cuando me inspiro y escribo poesía bien bonita. De esa que le hace aguar los ojos a la gente, les hace agarrarse de las manos más fuerte, y darse más besos.

Yo ya no escribo nada feo. Yo escribía cosas que dolían mucho cuando las leías. Pero un día mamá me dijo: «tantas cosas feas en el mundo, por qué no mejor escribir cosas bonitas». Yo quería hablar de lo feo que pasaba en el mundo. Pero de lo bonito ¿Quien se ocupa?. Las flores que no se riegan se marchitan.

Yo por una propina le rimo el nombre de su novia con los nombres de todas las flores de la amazonia. ¿Ve esas luces a la izquierda, con la cruz allá arriba? Esas son las luces de la iglesia de Santa María. Por lo que usted me quiera dar, le cuento la historia de su arquitecto y hasta de su famosa cleptomanía.

Cómpreme uno de estos libritos, tienen poesía de la vida. Tenga un librito, agárrelo con su mano pero no lo abra todavía. Póngaselo cerca a la oreja. ¿que escucha? ¿escucha las risas? Esta poesía es cien por ciento alegría.

No lo lea todavía. Cierre los ojos, trate de pensar en cada una de las luces de la ciudad que veía. Deleítese con las lucecitas que imagina. ¿Por qué cerrar los ojos estando en un mirador? ¿Por qué imaginarse las luces cuando las luces se pueden ver facilito desde acá arriba? Porque las luces de la imaginación son aún más bonitas. En la imaginación las luces no se apagan porque alguien no le pagó la cuenta a la compañía. No hay focos quemados, ni apagones por la sequía. Así igualita es mi poesía. Le escribo sobre la vida, pero imaginada con el filtro de la alegría. Ese librito que tiene en la mano es sonrisa con garantía. Cómprelo, léalo, y me lo agradece cuando regrese otro día.

Así es. Esta oficina a veces es fría, pero nunca aburrida. Me defiendo vendiendo historias y poesía. Venga a visitarme. Venga a respirar aire fresco, y a oxigenar su vida. Recuerde, acá en la montaña los problemas de la ciudad se disuelven como la neblina.

Lo espero, recuerde que estoy acá después de las ocho. Los lunes en la noche no estoy, pero sí me encuentra todos los otros días.

Talleres gratuitos de escritura creativa en español #Seattle

Clase de Escritura Creativa en Español con María de Lourdes Victoria. Biblioteca Central, 2014. Foto Barbara Rodriguez

La incansable Marcela Vodall de la Biblioteca Pública de Seattle nos informa una muy buena noticia: El excelente programa de escritura en Castellano viene de regreso este otoño a la Biblioteca Central.

Talleres gratuitos de escritura creativa en español

La Biblioteca Pública de Seattle se complace en invitarlos a participar en una serie de talleres de escritura creativa, dirigidos por la Dra. Rita Wirkala, autora de obras premiadas y publicadas a nivel internacional.

Los talleres se enfocan en los siguientes temas:

1. El proceso de escribir una novela
2. La poesía y el cuento
3. Taller de narración y poesía – Parte uno
4. Taller de narración y poesía – Parte dos

La inscripción no es necesaria

Instructora: Rita Wirkala, PhD
http://ritasturamwirkala.com/

Cuando:

Sábados 10:15 a.m.
19 de septiembre,
3 de octubre,
17 de octubre y
31 de octubre

Donde:

Biblioteca Central
1000 Fourth Ave.
Piso 4, Sala 2
Entrada gratuita
Para más información:
206-684-0849

Los participantes de estos talleres tienen la opción de unirse a «Seattle Escribe»

MIS MEMORIAS DE ESTA CLASE: 

Lectura pública de «Seattle Sí es la Ciudad Esmeralda». Foto y collage de Bárbara Rodriguez, 2014.

Lucha mortal contra la pared amarilla

 


La brocha de pintura se resbaló del peldaño de la escalera y cayó a la acera, marcando el espacio público con un manchón color amarillo pollito, un color amarillo tan intenso que almas menos caritativas lo llamaban amarillo diarrea.

Menos mal es el color del partido del alcalde- pensó Edwin. Si fuera color rojo hasta me metían preso por comunista.

Era aún de madrugada y nadie vio el reguero. Pero limpiarlo significaba demorarse más tiempo en esa calle oscura y hoy Edwin sentía una sensación incómoda. Tal vez por los disparos que sonaron toda la noche cerca a su casa, más a menudo de lo que él estaba acostumbrado a escuchar en su barriada.

Edwin bajó de la escalera recostada contra el muro y se fijó desdeñoso en todos los papeles de periódico en el suelo. Los periódicos que a pesar de cubrir media acera habían fallado su función de proteger el cemento de las manchas accidentales.

 – Periódico de mierda – dijo mientras trataba de limpiar el reguero con las páginas sobrantes.

En eso Edwin reconoció las fotos de la portada en la página cultural del diario. El titular decía: «Roquefort y Montalba afirma que murales son arte marginal y temporal. Activista cultural Smith Zárate protesta la represión e ignorancia cultural del alcalde.»

¿Quién lo creyera? Edwin por fin se enteró del nombre de las mujeres que conoció frente a esa pared: Josefina de la Purísima Sangre Roquefort y Montealba, Encargada Cultural de la municipalidad y Mary Smith Zárate, Artista especialista en murales. Con todo lo que pasó la última vez que las vio, no tuvo tiempo de saber sus nombres.

El titular de periódico por fin la daba nombres propios y sentido a ese encontronazo que tuvo con ellas. Pasó allí mismo, enfrente de ese mural público, que en unos brochazos más se iba a convertir en una pared amarilla.

El encontronazo había sido tempranito en la mañana. La mujer rubia llegó en un taxi justo cuando Edwin comenzaba a bajar las latas de pintura de su camioneta.

– Pare. Pare le digo. Este es un atropello cultural. Ni se le ocurra pintar sobre esa obra de arte.

Edwin explicó a la rubia que él no estaba atropellando nada, que su camioneta estaba bien parqueada y sobre el pavimento, y que él solo era un contratista de la municipalidad. Contratado para pintar la pared de color amarillo.

– De acá no me muevo -dijo la mujer- Y prepárese porque vienen más amigos.

 Y más amigos vinieron, muchos amigos de la rubia. También llegaron la policía y las cámaras del noticiero.

Edwin, si poder seguir con su trabajo, se quedó sentado en una lata de pintura. Su camioneta atrapada entre tanto auto estacionado en medio de la calle.

 Luego llegó una mujer pelirroja, con dispositivo de seguridad incluido:

 – Esta obra de arte marginal no va con la visión de una ciudad moderna como la nuestra- Dijo la pelirroja. Es claramente un trabajo temporal que desdice la belleza del centro histórico.

 – No es cierto- dijo la rubia. Esto es una atropello cultural del alcalde y su grupo de prepotentes. El mural es una expresión popular del arte del pueblo para el pueblo.

 – Eso se nota- contravino la otra. Este no es un Mural de Miguel Ángel, sino que más parece un dibujo de Miguelito. Y esos colores causan náuseas! No es arte popular sino populachero.

 – Que ignorancia! – dijo la rubia. El diseño del mural es nuevo-indígena-mestizo estilizado para reflejar el sincretismo cultural de las migraciones que confeccionan el tejido vernacular de nuestra sociedad popular.

Edwin, a pesar de no poder terminar de pintar su pared debido a la interrupción de la rubia y sus amigos, estaba de un ánimo bastante jovial y decidió intervenir:

– Disculpe, ¿Es este mural un arte para la gente del barrio? – preguntó Edwin.

– Sí- respondió la rubia.

– Y entonces- preguntó Edwin- ¿Por qué no tiene el mural ni una mujer desnuda, ni tampoco el corazón de Jesús? ¿No sabe que esos son los temas que acá son los que más les gustan?

La cara de horror que pusieron al unísono esas dos mujeres cuando escucharon a Edwin abrir la boca era de antología. Edwin de verdad se había ganado un rezongón, pero lo había hecho a propósito para molestarlas. El recuerdo de esas caras desfiguradas lo había puesto a reir la tarde anterior, pero esta madrugada oscura sólo le daba escalofríos. Tal vez era la conciencia que lo estaba recriminando. Esta madrugada de pasada en su camioneta, entrevió en la oscuridad lo que parecían tres borrachos robándole a otro tipo en el suelo. Pero ¿Para qué iba Edwin a parar? él no podía contra tres solo, y de todas maneras, es mejor no meterse en líos de borrachos.

Para distraer las ideas amargas, Edwin trató de recordar las palabras exactas de la rubia y la pelirroja cuando respondieron su comentario:

– Misógino imbécil – dijo la rubia. Edwin luego buscó la primera palabra en el diccionario. Le sacó una carcajada al leer su significado y anotó la palabra para no olvidarse de ella.

Lo que dijo la pelirroja tomó más tiempo para recordar:

– Inculto igualado ignorante impío hable cuando se le pregunte y respete por el amor de dios.- dijo la pelirroja de una sentada y sin detenerse a respirar. Edwin estaba seguro de que ella hubiera dicho más palabras y de otro calibre, pero los periodistas de la televisión estaban muy cerca para que la Encargada Cultural dijera todo lo que estaba pensando.

El verse unidas contra un enemigo común disipó la hostilidad entre las dos mujeres.

– ¿Tal vez podamos hablar sobre este tema en la Municipalidad?- dijo la pelirroja- Yo creo que podemos repensar la temporalidad de esta manifestación de arte popular.

– Me parece muy bien- dijo la otra- Pero sólo si recibo tu palabra que el mural no será tocado.

– Por supuesto. Te doy mi palabra. Y a usted, el pintor igualado. Ni se le ocurra pintar esta pared hasta que reciba una orden de la municipalidad.

– Entendido- dijo Edwin sabiendo que no le convenía desobedecer a la pelirroja que claramente trabajaba en la municipalidad.

Las dos mujeres se dieron la mano, y como por arte de magia los noticieros de televisión y los policías se marcharon.

La pelirroja se subió a su carro, y un minuto después uno de sus guardaespaldas se bajó del carro para darle espacio a la rubia. Las dos se fueron sentadas juntitas.

Los amigos de la rubia siguieron cerca al mural hasta que vieron a Edwin poner todas las latas de pintura en su camioneta. Luego se fueron también.

Cuando Edwin se estaba trepando a la camioneta para salir, el guardaespaldas de la pelirroja le agarró un hombro y dijo:

– En dos días viene usted de madrugada antes que salga el sol. Estaciona su camioneta en la esquina donde no hay luz y trae sus materiales hasta acá. Pinta la pared de amarillo rapidito y sin que lo vea nadie. Sólo puede cobrar cuando termine el trabajo sin que nadie lo vea ¿Entendido?

– Entendido- dijo Edwin.

Pero no fueron las instrucciones del guardaespaldas las que hicieron que Edwin viniera tan temprano a pintar la pared esta madrugada. En esta época del año amanecía tan tarde que Edwin aún tenía varias horas de oscuridad para trabajar. La verdad es que Edwin vino en la mitad de la noche porque no podía dormir. Estaba seguro de que además de los disparos había escuchado gritos de auxilio desde el bar vecino a su casa. Golpes en la pared. Gruñidos. Edwin no podía dormir con tanto alboroto y decidió comenzar su trabajo lo antes posible esa madrugada.

La ventaja – pensó Edwin- es que a esta hora no pasa un alma por esta calle.

Por eso lo sorprendió escuchar unos pasos acercándose. Ya la mancha amarilla en la acera estaba limpia. Pero las instrucciones del guardaespaldas eran claras. Nadie lo podía ver tapando el mural con pintura amarilla.

Edwin se bajó de la escalera y trató de ver la figura que se acercaba en la penumbra del escaso alumbrado público.

– Un borracho, tiene que ser un borracho con esa forma de caminar – Pero algo en el borracho hacía que a Edwin se le pusieran los pelos de punta.

Edwin agarró el destornillador que usaba para abrir las latas de pinturas y lo puso en su mano oculta detrás de la escalera.

– Buenas noches, o debo decir buenos días- dijo Edwin con la voz más normal que pudo.

Pero la única respuesta fue que el borracho comenzó a correr hacia Edwin.

Edwin puso el destornillador frente a sí para protegerse, esperando que el borracho se acercara lo suficiente para ver dónde clavar el metal. Pero Edwin no estaba preparado para lo que vio. Apenas el borracho salió de la oscuridad Edwin lanzó un grito de terror. El cuerpo de su enemigo estaba cubierto de sangre, y partes donde Edwin hubiera clavado con gusto su destornillador ya no estaban, eran espacios tan vacíos como las carcasas que dejan los buitres en los basurales.

A pesar del mal estado del borracho, Edwin tuvo problemas para contener su impulso y los dos cayeron al suelo. Edwin clavó el destornillador en el cuello del otro. Pero el efecto fue mínimo. Lo único que el otro hizo fue tratar de morder la mano de Edwin.

Hambre- pensó Edwin- este hombre se volvió loco de hambre.

Edwin clavó su destornillador en uno de los ojos de su contrincante. Pero la falta de reacción le confirmó que su contrincante estaba más allá de toda forma de dolor.

Edwin se levantó y trató de correr, pero se tropezó con la escalera y se golpeó la cabeza contra la pared amarilla. Ya perdiendo la conciencia por el golpe y con la cara contra el piso Edwin se preguntó si se lo iban a comer vivo, y si mañana su muerte se reportaría en los periódicos, y si la rubia y pelirroja por fin se enterarían de su nombre en los titulares.

Pero Edwin no debió preocuparse por eso, porque mañana en esa ciudad, no se editaría más periódicos.